martes, 11 de septiembre de 2012

Oligofrenia


Debido a una interrupción del desarrollo de la inteligencia de la ciudad, en sus primeras etapas de vida, Oligofrenia sufrió un déficit mental grave, que acabo por propagarse como una maldición sentenciada sobre las primeras generaciones de sus habitantes.  Maldición que termino por marcarlos, a ellos y al sinfín de las generaciones venideras, amarrándolos irremediablemente a este sitio.
 Hay que verlos cómo alardean de su autosuficiencia y presumidas habilidades bajo ningún criterio racional, incapaces de desarrollar abstracciones mentales más allá de lo perciben con sus ojos.  Y volviéndo el mundo en el que viven  absurdo e incoherente a la vista de cualquier forastero.

 Los oligofrénicos son rara vez tratados con seriedad, en especial entre ellos mismos, puesto que además de su colección de males, carecen de una verdadera opinión.  Impedimento que aprovechan los Idiot-savant, un grupo narcisista y tiránico, que ha tomado la voz de la ciudad como suya para irse apropiando lentamente de la ciudad. Algo que ha resultado irónicamente conveniente, pues los habitantes de la ciudad se les dificulta realizar cualquier proceso de comunicación recíproca con el otro,  siendo incapaces de empezar un diálogo o relacionarse con alguien, aunque sea por mera morbosa curiosidad.  Es por esto que la mayoría de ellos deambulan solos por la ciudad, sin compañía más que la de su propia sombra, sin saber a ciencia cierta si su objetivo en la vida es la de pasar desapercibido o tal vez simplemente están siguiendo un impulso genealógico que va más allá de cualquier entendimiento.

Y es que los oligofrénicos son malos con la memoria; la maltratan y la ignoran, la violentan y la enfrentan. Y a ella no le queda más que vengarse, haciéndolos olvidar adrede, para verlos cometer los mismos errores de siempre, y seguir alimentando ese círculo vicioso. Es en esos momentos que se ven embriagados de una ignorancia infinita, bailando al son de otra música, completamente encerrados en una burbuja a prueba de racionamiento.

Se quedan así, sin ambiciones, sin motivaciones. Satisfechos con el hecho de poder hacer las suficientes tareas manuales como para sobrevivir y propagarse, maravillándose con aquellos que logran balbucear cuatro palabras inteligibles, pero finalmente absurdas, que acaban por abstraer un poco más su existencia.