lunes, 26 de septiembre de 2011

Noches vagas...vagas noches, vagabunda la noche.

"El primer beso de sus labios
fue tan triste que casi no fue."
-Loreta Salino.

Hace poco paso algo que no me sucedía desde que era una inocente infanta, me aterro la idea de quedarme sola en casa (o si! antes no veía la hora de que mis padres se largaran y me dejaran, pero la idea de quedarme sola y dormir absolutamente sola, me perturbo de maneras inexplicables). Pero en fin, no hablaré de mis temores reprimidos o yo que sé de angustias inmortales. Les voy a hablar sobre mi amante temporal y meramente efímero: La almohada serpentina que abduceé del closet de mi padre. Oh, suspiro con tan solo tener su viva imagen en mi restringida memoria! Que noches las que pasamos juntos! Inolvidables! Insoportables! Infinitamente consolables! Empezábamos amándonos los unos con los otros, con caricias “inocentes” y sutiles, con la certeza de que al amanecer, estaríamos los dos ahí, en mi cama, ignorando el paso del tiempo. Pero entonces, llegaba la noche, y peleábamos. Nos odiábamos, nos empujábamos, yo te alejaba, me resistía y te empujaba al hoyo negro de la oscuridad. Pero entonces pasaban las horas, y un frío insoportable me recorría, y te buscaba con los ojos cerrados, y te extrañaba. Gritaba tu no-nombre en mis sueños, te necesitaba, te rescataba de los mares del suelo, y volvías a mí, y yo nunca más te dejaba ir. Me aferraba a ti, con mis brazos y piernas, como si fueras la última almohada del mundo, y para mí lo eras, mi última compañía de la noche que ya terminaba. Y así, abrazados, recibimos el nuevo día, y así como llegaste a mí, me abandonaste herida, y volviste a ser de mi padre. Y otra vez, volvía la traición a ser parte de mí.

Probando el mar de la soledad.

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