miércoles, 1 de agosto de 2012

Contemplando la punta del iceberg.


Tengo una rabia contenida que no alcanzo a entender del todo. Una desilusión creciente con el mundo que me rodea. Un miedo que se alimenta de mi fuego de vida. Exploto con un sinfín de lágrimas cenizas, sin poder contener la angustia que cargo por dentro. Se me derrama por las sienes, las caderas, las plantas de los pies… deslizándose por mi piel impermeable, sin encontrar un desagüe. Por siempre brotando desde los adentros del hueco vacío del estómago.  

¿Pero quién se osa a explorar más adentro? ¿A sumergirse en un remolino de emociones incomprensibles e indomables para rezar a quién escuche, tener la suerte de toparse con la tranquilidad del ojo del huracán?  Tengo la paciencia desmoralizada y la esperanza perdida. La fuerza me ha abandonado una vez más y a la valentía se le agoto la fuerza centrifuga. 

¿Qué se podría entonces, esperar de una persona así? 


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