viernes, 27 de enero de 2012

Recuento de cierta venganza.


"Uno cree las cosas por que ha sido acondicionado para creerlas". 
-Un Mundo Feliz


Y lo peor, es que te creía todas tus mentiras. Hasta la última gota. Todas aquellas palabras (y letras), respaldadas de falsos sentimientos. Ah! Y tus dolorosas verdades, como olvidarlas? Me sabían a veneno viejo. A llovizna ácida.
Y ahora te confieso esto; tus palabras fueron mi destrucción, aun más que tu desaparición.  ¡Y como las usaste tan descuidadamente! sin pasarte por la mente que, con cada una de ellas, sentenciabas en negrilla mi ejecución. Ay! Como me duele mi ingenuidad, ahora. Tantas visiones lagrimadas, mientras tú me explicabas con quien sabe qué clase de obsesiva demencia.
Pero ya se me ha agotado la energía en mi infructífera indagación, por una explicación satisfactoria acerca de tu comportamiento maldito (hacia/contra mi). Estoy finalmente convencida, de que nunca entenderé tu conducta, tus ecos de palabras, tus crueles declaraciones. No habrá una explicación aceptable para ese que otro abrazo, o los constantes roces de labios, aquellos susurros entre sabanas, las miradas sin fundamento, esos “te quiero” practicados, hasta ese “Te amo” adulterado. Nunca entenderé tu firme protesta sobre mis continuas manifestaciones de cariño,  ese impulso animal para buscar en otros labios, aquel sabor que le falto a los míos. Nunca entenderé tu inexcusable disposición  de no querer estar ahí en el último adiós, ni la disolución de la misma.  
Borraré toda memoria sobre los chats posteriores, para tu propio beneficio. Y me adelantaré hasta el momento exacto en que decidiste olvidarte de mí, a pesar de mí. Obviaré aquel semi-reencuentro torpe, aquella estúpida- estúpida excusa. Oprimiré los desaires y suspiros y el small(talk) forzado. Pero me quedaré con el “te odio” sincero y ese adiós tentativo, a mi propio beneficio.

Y por fin me vengaré de tu insolencia! Siendo genuinamente feliz en los brazos de otro, como una vez me prometiste.




martes, 24 de enero de 2012

(des)entendiendome de las acciones humanas.

Ce qui me rend folle, c'est que je ne sais a quoi tu penses quand tu es comme ça...
Vladimir Nabokov, Lolita (1955) 




Relaciones humanas. Va más allá de un estudio de lenguaje. De la comprensión humana, en realidad. Estoy convencida de que hay que ser psíquico y mago, para poder decir, con total confiabilidad y genuinidad, que sos un relacionista humano. Si es que realmente alguien se osó a inventar una profesión tal, claro. Pueden engañarse pensando que saben de relaciones públicas, de conocer el arte de manejar a las personas, con el único objetivo de cerrar un negocio (sea con un fin monetario, sentimental o yo que sé otro fin malicioso). Aprender sobre qué sonrisa regalar-le. De complicidad? O tal vez irse por la sonrisa tímida? Como saludar, con una palmada en la espalda? un apretón de manos? O irse por un ligero movimiento de cabeza? Como tocarlo, sutil o expresivamente? Atreverse a mirarle más allá de los ojos, o mantener una fria distancia? Es todo un juego de probabilidades, un juego con la naturaleza sentimental que roza en las paredes de la piel de las personas. Pero nunca llegaremos a divisar -o jugar- con aquella naturaleza enjaulada dentro de sus cuerpos, nuestros cuerpos. No hay forma de entender las manifestaciones de las personas, ni las reacciones de estas en cuanto a una situación concreta. Cómo saber que un pequeñísimo gesto puede ser desde una inocente curiosidad hasta una declaración de rendición? Cómo adivinar si hay o no misterio detrás de cierto comportamiento? Por qué entonces, susurrar en el oído palabras dedicadas al alma, para probar ser blasfemias contra esta misma? Por qué aparecer ahora, por ejemplo, después de haberme convencido eternamente olvidada y superada? Por qué regalar una sonrisa aparentemente sincera y una buena conversación, para después declararme eterno rencor entre la confidencialidad de las sombras? Por qué aparentar amistades verdaderas, si al final prueban ser desechablemente "indispensables"? Pero ante todo,  ¿Por qué diablos seguimos empeñándonos en entender las relaciones humanas!?



miércoles, 18 de enero de 2012

Estaba revisando un viejo cuaderno de bocetos, cuando me tope con este escrito olvidado, de una mano extraña, aun irreconocible, junto a un dibujo a medio camino. Me pareció hermoso, y saudade, como se diría en portugués. Ojalá estas palabras hagan eco y pueda recordar (o encontrar) la voz de su verdadero autor.


"Descuida el tiempo ahora,
cualquier instante es vano 
La felicidad es etérea, y lo sabes 
El control es la solución
El dolor es el medio 
Y la madurez es el punto final. 
No confíes tu vida al amor
es ilusión, alucinación, 
paraíso que se vuelve 
martirio"





jueves, 12 de enero de 2012

(des)ahogándome.

“Suéñame, que me hace falta” 
-Alfonsina Storni.

No se qué ojos inquietos leerán estas palabras, ni siquiera sé que pretendo con escribirlas. Son solo palabras tiradas al viento del internet, sin destinatario determinado, sin propósito planteado. O puede que sea todo lo contrario y solo esté engañándome a mí misma. Escribiendo con u n propósito aun oculto, esperando que cierta persona o personas lean estas palabras, que no son solo palabras aleatorias si no predeterminadas. Soy y no soy. Soy lo que escribo, pero soy todo menos lo que escribo. Mis palabras cobran vida y quieren desesperadamente independizarse de mí, de lo que represento. Yo por otro lado, ruego porque aun exista una dependencia entre ellas y yo, que esa delgada línea que nos mantiene conectadas nunca se rompa y se mantenga ahí, para mi propio placer y cobardía. Necesito alimentarme de certezas, de certezas de un mañana mejor, de certezas de lealtad, de certezas de compañía, la certeza que no estaré sola en el futuro para enfrentarme a la vida. Pero solo las palabras pueden llenar ese vacío (vacio que intento llenar a punta de golosinas y música). No existen las certezas de nada, solo esa que predice que algún día, todo termina.

Y Tengo!


Tengo una angustia creciente que me domina, que no me deja respirar, que no me deja dormir, que no me deja vivir. Tengo prejuicios pegados por todas partes, que me desangran poco a poco, como vulgares sanguijuelas. Tengo ganas de gritar. Tengo ganas de besarlo y dejarme llevar. De olvidar. De encontrar. Tengo ganas de correr. De irme sin decir nada. De viajar. De escapar. Tengo ganas de llorar. De saber qué hacer y hacerlo. Tengo ganas de enfrentarme al mundo cogida de la mano de alguien. De sentirme segura y protegida. Tengo ganas de respirar por respirar. 


Tengo muchas ganas acompañadas de poca determinación.





No sé que contarles ahora.

Las excusas siempre sonaran a eso, a excusas. Por más que las adornes, por más que niegues su origen, no se puede esconder la esencia de la excusa. Ah qué maravilla, el momento que empiezan a nacer en una relación cualquiera, a través de lo que aparentemente llamamos “comunicación”, cuando es hablar sin comunicar nada realmente. Hay bocas que hablan y hablan, pero en el fondo nunca te dicen nada. Hay otras que nunca hablan pero te dicen todo. Hay otras que quisieras nunca hubieran dicho nada o hablado nada. Recuerdo el momento del éxtasis, el nido cómodo de la ignorancia y la ingenuidad, el calor de tus brazos -todo destruido en segundos por el frio de tus palabras, miedos no pronunciados... excusas al fin y al cabo.