Yo y mi maldita
costumbre de darle el poder a otro de herirme. Para qué sirve crear barreras, si
al final siempre terminas regalándole a los otros la capacidad de atravesarlas?
Já. Pequeña ironía sentimental. Cuantas veces hasta que aprenda? Cuantas
confianzas entregadas, hasta que al fin logré alguien llegar al botón rojo?
Tenebroso juego de azar, ese de ir regalando secretos y vulnerabilidades.
Se agota uno de
estar siempre analizando y re-analizando, si en aquella ocasión se tuvo la
razón o no. De evaluar los niveles de orgullo. De comparar pasados. De retomar prejuicios
genealógicos. De contar cuantas veces se cedió o fue está vez que el otro cedió?
De jugar por turnos y perder la cuenta, sólo para retomarla.
Se aumentan los
suspiros y las lágrimas. Se nivelan las miradas y las palabras. Escasean los
abrazos y los besos. Y por último, se rompe la voluntad para volver a
empezar.
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