Siempre nos (me) han dicho que debemos insistir y nunca desfallecer para alcanzar nuestros deseos, metas etcétera. Lo que no nos dicen (pero ¡por suerte! la vida se encarga de hacérnoslo entender) es que en ocasiones insistir no es bueno, e incluso puede llegar a ser extremadamente estúpido. Insistirle a una pared a punta de insultos verbales que se desintegre, por ejemplo, es fútil y sencillamente estúpido. Insistir en quitar una costra cada vez que la sangre se seca en una herida, es doloroso y visiblemente estúpido. Seguir insistiendo en quitar un panal de abejas con un palo de madera, por ejemplo, es bastante peligroso y estúpido. Insistir, entonces, no siempre es la estrategia más inteligente. Aun así, la pregunta ¿cómo saber cuándo es bueno insistir o no? en situaciones ambiguas, sigue latente en nuestras mentes.
Porque siempre nos damos cuenta de la fina línea del límite,
una vez la cruzamos; Ese trago que nos embruteció, ese silencio que estalló, esa
frase que nos condenó, esa acción que nos arruinó… Eso que hicimos y no podremos
devolver jamás. Esa línea que al momento de cruzar, nos damos cuenta que ya no podemos
dar un paso atrás, ganar un minuto atrás, reemplazar una palabra atrás. Solo uno
atrás.
¿Hasta qué momento es bueno insistir? ¿Hasta qué punto
insistirle a este proceso o persona, se vuelve fútil y estúpido? ¿Doloroso y
estúpido? ¿Peligroso y estúpido? ¿Hasta dónde?
No hay comentarios:
Publicar un comentario