Había una noche normal, sin nada en
especial que la diferenciara de las demás. El mismo azul rey oscuro en el
cielo, cubriendo el mismo paisaje terrenal de siempre. Habían algunas pocas
nubes, una luna iluminada y una que otra Venus en el horizonte. Pero nada
extraordinario que comentar acerca de esta noche. No era aburrida, pero tampoco
era muy animada. Era más bien tranquila, relajante, suspirante... y
probablemente cansada. Tenía cierto aire de sabiduría, esto debido a las largas
e infinitas horas de vigilia mientras comenzaba su reinado. No hay que analizar
por mucho tiempo a la humanidad para tener una acertada teoría sobre su
naturaleza. Tanto tiempo esperando, con calmada paciencia, su momento de vislumbrar
ese extraño mundo del que mucho se susurraba. Pero nunca nadie le habló de los
colores que su luna le iluminaba, o de los pequeñísimos sonidos de seres
creídos dormidos, o del movimiento de un mar noctambulo. Nadie le había
advertido que había más humanidad en el canto de una cigarra, que en la propia
raza humana.
Y así como se alzó de desprevenida, su reinado cesó de existir en sumo silencio al llegar
el alba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario