Debido a una
interrupción del desarrollo de la inteligencia de la ciudad, en sus primeras
etapas de vida, Oligofrenia sufrió un déficit mental grave, que acabo por
propagarse como una maldición sentenciada sobre las primeras generaciones de sus
habitantes. Maldición que termino por marcarlos,
a ellos y al sinfín de las generaciones venideras, amarrándolos
irremediablemente a este sitio.
Hay que verlos cómo alardean de su
autosuficiencia y presumidas habilidades bajo ningún criterio racional, incapaces
de desarrollar abstracciones mentales más allá de lo perciben con sus ojos. Y volviéndo el mundo en el que viven absurdo e incoherente a la vista de cualquier forastero.
Los oligofrénicos son rara vez tratados con
seriedad, en especial entre ellos mismos, puesto que además de su colección de
males, carecen de una verdadera opinión. Impedimento que aprovechan los Idiot-savant, un grupo narcisista y tiránico,
que ha tomado la voz de la ciudad como suya para irse apropiando lentamente de
la ciudad. Algo que ha resultado irónicamente conveniente, pues los habitantes de
la ciudad se les dificulta realizar cualquier proceso de comunicación recíproca
con el otro, siendo incapaces de empezar
un diálogo o relacionarse con alguien, aunque sea por mera morbosa curiosidad. Es por esto que la mayoría de ellos deambulan solos
por la ciudad, sin compañía más que la de su propia sombra, sin saber a ciencia
cierta si su objetivo en la vida es la de pasar desapercibido o tal vez simplemente
están siguiendo un impulso genealógico que va más allá de cualquier
entendimiento.
Y es que los
oligofrénicos son malos con la memoria; la maltratan y la ignoran, la violentan
y la enfrentan. Y a ella no le queda más que vengarse, haciéndolos olvidar
adrede, para verlos cometer los mismos errores de siempre, y seguir alimentando
ese círculo vicioso. Es en esos momentos que se ven embriagados de una
ignorancia infinita, bailando al son de otra música, completamente encerrados
en una burbuja a prueba de racionamiento.
Se quedan así,
sin ambiciones, sin motivaciones. Satisfechos con el hecho de poder hacer las
suficientes tareas manuales como para sobrevivir y propagarse, maravillándose con
aquellos que logran balbucear cuatro palabras inteligibles, pero finalmente
absurdas, que acaban por abstraer un poco más su existencia.
Esa Ciudad se me hace conocida.
ResponderEliminar