miércoles, 17 de octubre de 2012

Homenaje al Barón


Un caballero inexistente

Dicen que fue y que no fue, luego que sí, que si fue pero que era un mentiroso y que por eso era repudiado por sus vecinos y amigos.  Después  disculparon sus ‘falencias’ inculpando a  su supuesta demencia, y le daban el pésame a su familia. Más tarde, dijeron que fue que el pobre nunca creció, que seguía siendo como un niño, y que era un desconsiderado al haberle dejado esa carga a su pobre familia. 
Llegaron a decir que estaba poseído y luego que era un farsante, que nadie era capaz de haber ido a la luna y vuelto sin más ni qué. Que qué era eso de un desierto de los Tres Quesos!? Bordeando un tal mar de vinos añejos! Y que ni empezará a hablar sobre sus caminatas en el Bosque de Brócoli, ni del viaje en globo a los tales cielos hechos de azúcar de algodón junto a sus fieles y "extraordinarios" compañeros. Qué dejara la ingenuidad para la niñez! Que esos no eran cuentos ya de la adultez! Que racionalizará, puesto que ningún rey ni sultán habría mandando a nadie a vivir tales aventuras tan absurdas. 
“Tonterías!” gritaban, y les repetían a los niños, que eso de hadas y gnomos no eran más que mentiras, que dejarán de buscar dragones en el cielo y unicornios en las praderas, que no existen los tréboles de 5 hojas y que ya no ensuciarán más sus mentes con encantamientos y colores. Y les prometían; nadie podía haber cabalgado nunca jamás un arcoíris!
Empezaron por prohibir a los hijos a arrimársele a aquel patrañero, encantador de serpientes! Como si fuera el mismísimo Flautista de Hamelín, que fuera a hacer quién sabe qué con quién sabe quién de sus hijos. Después, fueron las mujeres quienes le temían y los hombres comenzaron a violentarlo en los bares.  
Ya al final ni lo miraban a los ojos, se volvió otra sombra más en la esquina del mismo bar. Dicen que se fue marchitando poco a poco, algunos hasta lo creyeron muerto. Ya ignorado, ya inexistente. 
El caso es que no se supo más de él, hasta una tarde anaranjada. Dicen por ahí las malas lenguas, que se divisó en el horizonte una figura larga y flacuchenta, con cierta resplandecencia, encima de una especie de caballo color blanco nieve. La silueta se quedo inmóvil por unos cuantos minutos, y aún hoy, hay quienes juran haber oído una triste despedida a través de una mirada vidriosa, para después desvanecerse entre las nubes. 
Nunca más se volvió a mencionar su historia, a excepción de alguna noche perdida entre embriagueces nostálgicas, en dónde se evocaban sus historias por aquellos niños que ya eran viejos, a otros niños que con un poco de suerte, llegarían también a viejos.  



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