martes, 23 de agosto de 2016

Something in your smile was so inviting, hasta que dejó de serlo.

Todavía me sorprende lo “fácil” que es pasar de cómplices a completos extraños. Uno cree conocer a las personas, hasta que se da cuenta que no, que hay un punto de quiebre en el que te das cuenta o que nunca conociste a una persona o que esa persona cambio irremediablemente o fuiste tú la que cambio. Es verdad que todos cambiamos y llega un punto que dejamos de reconocernos los unos a los otros. Por eso me sorprende mi seguridad sobre nosotros, pero cuando me di cuenta ya estabas parado en el otro lado del mundo. Hace mucho que tu palabra “strangers” dejó de ser romántica, Sinatra. Ya somos más que extraños en la noche; somos unos desconocidos más del montón.

Nunca es fácil aceptar cuando te dejan de querer. Siempre anda uno buscando una respuesta concreta, un por qué específico, un momento exacto. Pero rara vez es una cosa, no, es la suma de vivencias y decepciones, es el dejar de conocernos y no querer reconocernos. Las prioridades cambian, los intereses cambia, las miradas cambian… Y esas son las que te calan. Las que te hacen buscar culpables y crear tu defensa ante la corte de la conciencia. Lo peor son las objeciones y los razonamientos del jurado. Nunca vamos a oír lo que queremos, porque al final, no importa desde dónde se miré, hemos perdido de una u otra manera el caso. Y el cerebro es el peor de los carceleros.

Que cliché soy, relatando otra decepción más. Las relaciones humanas no hacen sino destrozarme el alma, y a mí se me sigue olvidando que en esencia, somos seres egoístas tratando de imponernos sobre los demás.

miércoles, 17 de agosto de 2016

C'est fini

Hoy fue, oficialmente tal vez, el día en que me enfrenté a la realidad de los devastadores hechos: “C’est fini, fini, fini.”

Ya perdí la cuenta de las lágrimas derramadas. Ya voy no sé cuántas horas tratando de engañar mi cerebro y traicionar mi corazón. Ya me armé de coraje para relatar en voz alta mi versión de  los hechos, buscando desesperadamente cualquier signo de aceptación o confirmación en mi interlocutor. Ya voy checkeando los mismos bienintencionados consejos de mi lista (los mismo que alguna vez yo también di en mis mejores momentos),  pero que tercamente me cuestan tanto seguir ahora. Ya voy olvidando el sonido de tu risa y de tu voz. Y he tratado también, de borrar en vano tú nombre de mis labios, y nublar toda memoria de tu tacto de mi piel, pero tu recuerdo aún me persigue hasta bien entrada la noche. Ya he comenzado por enésima vez, el ciclo vicioso de amarte y odiarte con cada recuerdo que me viene en la mente. Ya me he perdonado y te he perdonado por milésima vez. Y ya te he culpado y me he culpado por centésima vez. 

Y puedo seguir todo el día escribiendo sobre lo que hecho y no hecho, y seguir intentado engañar mis pensamientos y adormecer una vez más mi corazón. De razonar otra vez mis sentimientos, y hacer recuentos inútiles de aquellos últimos instantes. De buscar las otras millones de razones para levantarme de la cama y sonreír una vez más.

Que doloroso es darlo todo y quedarse al final sólo con un montón de “y sís…” infinitos, entre otras dudas e inquietudes. Y necesito escribirlo todo.

martes, 16 de agosto de 2016

La insoportable fragilidad del ser

Siempre me he preguntado, ¿cuál es el punto de tener sentimientos, fuera de hacernos más frágiles? ¿Qué finalidad tienen estos, si igual hay más violencia, maldad y discriminación que compasión y tolerancia en el mundo? Nos duele equivocarnos, y es irónico, ya que somos seres que erramos por naturaleza. Lo tenemos en tatuado en nuestro ADN, pero igual nos duele, y nos sigue doliendo; cada error, cada equivocación, cada remordimiento. 

Pero eso no importa, nada importa porque seguimos entregándoles nuestra esencia y corazón a completos extraños, esperando que nos quieran y entiendan por los siglos de los siglos, como si con sólo compartir sueños y besos bastará.  Si tan sólo bastara…

Los sentimientos nos ciegan y nos enredan, y nos hacen pensar que encontramos el cómplice perfecto, que nos volvemos parte de esa sociedad secreta de la felicidad que comparten sólo algunos pocos. Pero cada vez se vuelve más una fantasía, en otro guion cliché de Hollywood. 

Otra vez me miro al espejo, tratando de buscar una respuesta, algo que calme este enmarañamiento de sentimientos encontrados y salvajes que a duras penas me dejan respirar. Y otra vez ando buscando entre los escombros un poco de esa dignidad resquebrajada, esa que hace tanto tiempo perdí y no he podido recuperar, mientras me pregunto cuándo será mi turno de encontrar mi propia felicidad.