miércoles, 17 de agosto de 2016

C'est fini

Hoy fue, oficialmente tal vez, el día en que me enfrenté a la realidad de los devastadores hechos: “C’est fini, fini, fini.”

Ya perdí la cuenta de las lágrimas derramadas. Ya voy no sé cuántas horas tratando de engañar mi cerebro y traicionar mi corazón. Ya me armé de coraje para relatar en voz alta mi versión de  los hechos, buscando desesperadamente cualquier signo de aceptación o confirmación en mi interlocutor. Ya voy checkeando los mismos bienintencionados consejos de mi lista (los mismo que alguna vez yo también di en mis mejores momentos),  pero que tercamente me cuestan tanto seguir ahora. Ya voy olvidando el sonido de tu risa y de tu voz. Y he tratado también, de borrar en vano tú nombre de mis labios, y nublar toda memoria de tu tacto de mi piel, pero tu recuerdo aún me persigue hasta bien entrada la noche. Ya he comenzado por enésima vez, el ciclo vicioso de amarte y odiarte con cada recuerdo que me viene en la mente. Ya me he perdonado y te he perdonado por milésima vez. Y ya te he culpado y me he culpado por centésima vez. 

Y puedo seguir todo el día escribiendo sobre lo que hecho y no hecho, y seguir intentado engañar mis pensamientos y adormecer una vez más mi corazón. De razonar otra vez mis sentimientos, y hacer recuentos inútiles de aquellos últimos instantes. De buscar las otras millones de razones para levantarme de la cama y sonreír una vez más.

Que doloroso es darlo todo y quedarse al final sólo con un montón de “y sís…” infinitos, entre otras dudas e inquietudes. Y necesito escribirlo todo.

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