martes, 23 de agosto de 2016

Something in your smile was so inviting, hasta que dejó de serlo.

Todavía me sorprende lo “fácil” que es pasar de cómplices a completos extraños. Uno cree conocer a las personas, hasta que se da cuenta que no, que hay un punto de quiebre en el que te das cuenta o que nunca conociste a una persona o que esa persona cambio irremediablemente o fuiste tú la que cambio. Es verdad que todos cambiamos y llega un punto que dejamos de reconocernos los unos a los otros. Por eso me sorprende mi seguridad sobre nosotros, pero cuando me di cuenta ya estabas parado en el otro lado del mundo. Hace mucho que tu palabra “strangers” dejó de ser romántica, Sinatra. Ya somos más que extraños en la noche; somos unos desconocidos más del montón.

Nunca es fácil aceptar cuando te dejan de querer. Siempre anda uno buscando una respuesta concreta, un por qué específico, un momento exacto. Pero rara vez es una cosa, no, es la suma de vivencias y decepciones, es el dejar de conocernos y no querer reconocernos. Las prioridades cambian, los intereses cambia, las miradas cambian… Y esas son las que te calan. Las que te hacen buscar culpables y crear tu defensa ante la corte de la conciencia. Lo peor son las objeciones y los razonamientos del jurado. Nunca vamos a oír lo que queremos, porque al final, no importa desde dónde se miré, hemos perdido de una u otra manera el caso. Y el cerebro es el peor de los carceleros.

Que cliché soy, relatando otra decepción más. Las relaciones humanas no hacen sino destrozarme el alma, y a mí se me sigue olvidando que en esencia, somos seres egoístas tratando de imponernos sobre los demás.

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