Lo más duro de dejar ir, es aliviar el propio ego. Al final, todo se trata de nosotros mismos (no nos mintamos). Entender que fuiste tú la persona que se equivocó al idealizar una relación (amorosa, familiar, amigable, laboral la que quieras) y aprender a dejar ir y no arrodillar la propia dignidad. Reconocer que también nos equivocamos al tratar de hacer que funcionen mezclas que no tienen por qué hacerlo. Y no, no es echarle la culpa al otro; es entender que las personas pasan por nuestras vidas para un propósito, y la gran mayoría al cumplirlo, debe salir de nuestras vidas para que nosotros podamos crecer y aprender. Nos duele reconocer que nos equivocamos, que por más “perfecta” que se viera externamente esa decisión que tomamos, en el interior sabemos que no funcionó porque tal vez no debía funcionar.
Así que desde hace 3 días decidí dejarte ir de mi vida, para poder seguir con la mía. Seguirá doliéndome por un tiempo, pero me rehusó a no aprender de la lección tan maravillosa que me ha dejado esta experiencia. Espero de todo corazón que seas feliz, pero que lo seas lejos de mí. Borraré todos nuestros recuerdos de mi mente y de mi piel, no por rencor, sino porque es la única manera de realmente dejarte ir y de sanarnos los dos. Dejaré quemar las palabras que me faltaron decirte escritas en mil trocitos de papel, hasta que ya no tenga nada más que decirte. Purgaré toda la ira y rencor que quedaron acumulados en mis entrañas. Limpiaré mi cuarto y memoria de tus vestigios. Y terminaré de aprender tu última lección silencios…
This is me letting you go. Porque así como somos de egoístas con lo demás, también debemos hacerlo con nosotros mismos para no volver del dolor un mal permanente en nuestras almas. Adiós.